Manicomios, nunca más en la Argentina
De la institución negada a la institución inventada ( y
nunca dada)
O de la necesidad de qué instituciones para los hombres infames?
José María Alberdi-
El subtítulo quiere funcionar a manera de disparador, cómo se
decía hace unos años en los ejercicios de análisis
institucional, para movilizar una serie de discusiones, en este
caso, lo que podríamos sintetizar cómo el debate antimanicomial.
Ya que nombramos debate nos interesa pensar el mismo –como
refiere Zigmunt Bauman(2001:38)- en el sentido del ágora y de la
reconstrucción de lo público, ese espacio en el que los
problemas locales, parciales, se reúnen de manera significativa,
es decir, no solo para provocar placeres narcisistas ni en
procura de lograr alguna terapia mediante la exhibición pública,
sino para buscar palancas, que, colectivamente aplicadas,
resulten suficientemente poderosas como para elevar a los
individuos de sus desdichas individuales; el espacio donde
pueden nacer y cobrar forma preguntas tales cómo: de la
necesidad de qué tipo de instituciones “democráticas y
públicas”- y agregaría no disciplinarias o cuasi medievales-
para los hombres infames?
Pero retomemos la propuesta del sub-título (poniendo entre
paréntesis la posibilidad siempre presente de su transformación
en un parque temático en la illusio del campo) de la institución
negada a la institución inventada y nunca dada, una consigna
acuñada por los trabajadores que acompañaban a Basaglia en
Trieste, y que permite un primer ejercicio de problematización
que no se encierra en la superación dialectica del problema
manicomial, sino que instala la tensión dialéctica cómo parte de
cualquier propuesta de sustitución del manicomio, tensión que es
posible transformar en pregunta de esta manera : cómo podemos
exigir ciudadania- ejercicio racional de la autonomía(definición
normal de la ciencia política)- a un tipo social cuya
característica central según los diagnósticos tradicionales y
todavía actuales y actuantes: sin conciencia de enfermedad-
no se encuentra en condiciones de dar cuenta de sus razones?
Cómo conciliar los postulados democráticos de igualdad y
libertad, junto a aquellos que parecen necesitar sobre todo de
fraternidad? Como articular la reinvindicación de autonomía y
prácticas emancipatorias con intervenciones terapéuticas,
cuidado y protección?
Partir para posibles respuestas complejas -en el sentido de
reloj adelantado- a estas preguntas nos exige en primer lugar
salir de la solución sanitarista que ha dominado las respuestas
a la cuestión manicomial desde de la recuperación democrática, y
en segundo lugar interpelar la naturalización de las
instituciones manicomiales, y recuperarlas en su radical
historicidad, para no sufrir sino entonces, lo que el viejo
Castoriadis (1997:12) enunciaba de esta forma:
“…incorporaron en sus instituciones una idea que sus integrantes
no habían de refutar: la idea de que sus instituciones no eran
creación humana, no estaban hechas por el hombre, o por lo menos
no por hombres vivos en ese momento. Estas instituciones habían
sido construidas por los espíritus, por los ancestros, por los
espíritus, por los dioses, por los alienistas; no son de factura
humana…”
En este sentido, el debate sobre “desmanicomializar” una de las
organizaciones sociales más difíciles de desnaturalizar en su
necesidad excluyente, se choca con esta impotencia generalizada
al decir otra vez de Castoriadis (1997) que implica precisamente
esa cualidad institucional “estructural”: el convencimiento
latente de que no hay nada en las personas vivas que puedan
hacer para cambiar (y no aggiornar como diría Castel) las
instituciones que han heredado y de que si, ignorando su
conformismo, intentaran trastocar su legado, ese intento les
acarrearía desastres inimaginables, causados por el castigo
divino o por las leyes de la naturaleza, que no admiten ni
toleran ninguna violación.
Decíamos antes, salir de la solución sanitarista (del
pensamiento debil de la institución sanitarista) en que en una
rápida metáfora el hospital de cuidados intensivos continuaría
siendo el manicomio, cuando ya el centro de atención precaria en
salud mental o el Hospital General (sin camas) se quedaran sin
recursos, la determinación en ultima instancia seguira siendo el
manicomio; es decir lo hospitalo-centrico y la medicalización de
los riesgos sociales cómo objeto central de las prácticas
asistenciales. O para decirlo con todas las letras, la solución
sanitarista hoy es manicomializante, dejennos jugar un minuto
con la analogía, el manicomio así como la economía se ha
flexibilizado, se ha tornado líquido y continua “administrable”.
La institución sanitarista esta salvando la institución
totalitaria.
Partir para otras soluciones, desde un pluralismo combativo y no
un pluralismo de mercado, exige explicitar también sobre que
programa de trabajo nos asentamos para promover otra línea de
trabajo y “otra escena”
en esto de los problemas de las soluciones a la cuestión
manicomial. Y también porque proponemos otro programa de
reflexión y de trabajo, en minoría; fundamentalmente porque en
este caso otro Zigmunt en este caso nuevamente Bauman nos
interpela:
“…La comprensión de qué es lo que hace que las cosas sean como
son podría tanto impulsarnos a abandonar la lucha como
alentarnos a seguir en las trincheras. Saber cómo funcionan los
complejos y no siempre visibles mecanismos sociales puede
inducir a ambas actitudes. Una y otra vez, ese conocimiento ha
instado a dos usos distintos, que Pierre Bordieu ha denominado
el uso “cínico” y el uso “clínico”. Puede ser usado
“cinicamente” de la siguiente manera: ya que el mundo es como
es, pensaré una estrategia que me permita explotar sus reglas
para mi provecho, sin considerar si es justo o injusto,
agradable o no. Cuando se lo usa clínicamente, ese mismo
conocimiento puede ayudarnos a combatir más efectivamente todo
aquello que consideramos injusto, dañino o nocivo para nuestro
sentido moral. En si mismo, el conocimiento no determina el modo
que se lo utiliza. En última instancia, la elección es
nuestra…tal vez la cosa consista en tratar, de en vez de
legitimar lo que ya se sabe, saber como y hasta donde sería
posible pensar de otro modo”(2001:10)
Y este programa de reflexión y de trabajo, como en el fútbol,
nos vuelve a confirmar que la alegría no es “solo” brasilera y
el “catenaccio” no es solo italiano (también somos bilardistas
no), que estamos queriendo decir con esto, que un grupo de
específicos militantes viene acompañando los debates italianos y
brasileros en la cuestión anti-manicomial o como ellos dicen sin
tanta represión la lucha por una sociedad sin manicomios. Que la
podríamos sintetizar en los siguientes puntos:
- la propuesta de trabajo enfatiza el componente de
“negación-invención” cómo necesario a un movimiento constante de
renovación del sistema de saberes y cuidados de la “mayoría
desviante” como le gustaba nombrar a Basaglia pasible de caer en
los sistemas de control social manicomial ,que implica;
- que la crítica y la negación del manicomio, exige reflexionar
sobre qué tipo de “asilo político” para los hombres infames, es
decir, hoy que estamos embarcados en la necesidad de pensar
instituciones alternativas y no complementarias del manicomio,
debemos recordar los aspectos de control y normatización que
toda institución de salud mental esta llamada a ejercer. O como
decía Basaglia en un viejo texto:
“cualquier vocación terapéutica, sea el énfasis planteado en la
institución, sea en el investimento en lo social y en el
territorio, condena a la psiquiatría a su presunción original:
aquella de querer, no obstante sin jamas conseguir, excluir de
su orden depurada, la carga de miseria y de pobreza que le es
constantemente destinada. Esta carga no representa su herencia
ruin o su anacronismo, pero si es su contradicción y su
condenación, su objeto social” (2004:87)
- ejercicio de negación que rompa con el pluralismo de mercado
de las profesiones de la salud mental y que vuelva a interpelar
el saber psiquiatrico tradicional
hoy más que nunca modernizado en sus dos caras (las terapias
biológicas y el tratamiento moral con las terapias cognitivas-comportamentales)
y fundamentalmente el propio paradigma que informa el
conocimiento médico y coloniza las prácticas institucionales,
como un sistema de teorías, normas y prestaciones,
tradicionalmente racionalista, centrado en la lógica problema
solución(psicoterapia breve, remisión del síntoma, armonia
relacional y externación) en donde la matriz recurrente es el
manejo médico del riesgo social de la locura. El modelo
profesionalista de servicios para el caso de la locura es para
recuperar un concepto clásico, iatrogénico “ su principio
organizativo fundamental es la prestación del especialista, que
se distribuye con criterios de derecho y a través de relaciones
de tipo contractual o que querrían serlo. Pero estas relaciones
siguen siendo fuertemente asimétricas: “…por una parte, hay
alguien que tiene una necesidad, un problema, un padecimiento
más o menos grave y urgente, y por otro hay alguien que detenta
el poder saber de responderle , por una parte hay alguien que
detenta el código para definir esa necesidad, por otra parte hay
alguien que si quiere encontrar una respuesta, debe saber, poder
y querer expresarlo y aún sentirlo en ese código. Por lo tanto
en este dispositivo la dependencia no desaparece, se transforma
en lealtad y sumisión al orden del discurso y a las expectativas
de comportamiento del servicio…” (Mauri, 1997:29)
- que esta línea de trabajo, en oposición a la anterior, plantea
el énfasis en la reinvención de la salud, en la existencia
sufrimiento de los pacientes en el sentido de producción de
vida, de sentido de sociabilidad, en la utilización de los
espacios públicos de “convivencia dispersa”, de poner en
práctica el derecho a la ciudad, que amplia y complejizan las
lógicas de intervención y que debe devolver a lo grupal y a lo
institucional estatuto de ciudadania en el campo psi.
- que esta línea de trabajo, incluye el derecho a la asistencia
de los “hombres infames” en el campo de conquista y reinvención
de la ciudadanía, que supone los tradicionales derechos civiles,
políticos, pero implicando una lucha más específica por el
reconocimiento de los derechos particulares de los usuarios de
los servicios y sus familiares. En última instancia, se trata de
una ciudadanía especial a ser inventada, marcada por la
diferencia planteada por la locura y la desrazón y que por lo
tanto no puede ser identificada con la concepción tradicional
asociada al individuo racional, libre y autónomo. Más
concretamente, la estrategia de desmanicomialización implica un
proceso de cuestionamiento y revisión de conceptos y
dispositivos legales, jurídicos y arquitectónicos,
que van desde la legislación referente a la organización de
servicios, hasta las legislaciones profesionales, y
principalmente los conceptos e instrumentos referentes a los
derechos civiles y políticos de los usuarios tanto en la
sociedad como en los centros asistenciales, particularmente a
aquellos ligados los discursos en donde la beneficencia y el
peligrosismo se dan la mano: la incapacidad civil, tutela,
peligrosidad, inimputabilidad, etc. En síntesis, los conflictos
sobre derechos, que es parte del problema social de la locura,
requiere complicados intercambios y compromisos. Esta es la
razón por la que los derechos no son sagrados ni tampoco sus
sujetos, es decir el derecho a la asistencia no puede tener cómo
contrapartida la ausencia de todos los otros derechos. Ser
sujeto de derechos no significa ostentar algún tipo de
inviolabilidad sagrada, sino comprometerse a vivir en una
comunidad en la que los conflictos de derechos se resuelven
mediante la persuasión, más que por la violencia. Junto a la
idea de derechos se encuentra el compromiso de respetar el
compromiso “des- razonado” de los demas y someter las disputas a
mediación. El principal compromiso moral que implican los
derechos no es la tolerancia, sino el respeto y la deliberación.
También cuando defendemos el derecho al hospital público, para
el caso de la salud mental, es importante jugar con una
extensión y una metáfora, recuperar el derecho no solo al
hospital sino a la hospitalidad con este hombre o mujer infame,
recordando también que en la raiz de la palabra hospital
también pervive la hostilidad. Sobre todo en el campo de la
asistencia a la locura no hay finales holywodenses.
- este programa elige como grupo prioritario a nivel asistencial
lo que venimos acordando en llamar con Foucault en forma
política y clínicamente incorrecta a los hombres y mujeres
infames, identificada tradicionalmente por las categorías de
psicosis o neurosis graves, discapacidades y adicciones varias
con problemas de desafiliación y que constituye el grupo básico
que es llevado ya que pocas veces demanda -strictus sensu- la
hospitalización psiquiátrica clásica. Frente a la solución
sanitarista que tiende a inducir difusamente por toda la
sociedad demandas por cuidados en salud mental, no pocas veces
estimulando la psiquiatrización de las cuestiones sociales y
políticas y al mismo tiempo deja prácticamente intacto el
aparato médico tradicional, con toda su carga de violación a los
derechos humanos, sociales y políticos, se propone la
alternativa de la institución negada y nunca dada.
- estas líneas, tienen muy en cuenta, lo que el viejo Basaglia
planteaba; respecto del riesgo de “modernizar” el manicomio,
cayendo en un reformismo institucional en que la institución de
la violencia se reforma en una institución de tolerancia, es
decir, la transformación de los cuidados de la violencia para la
tolerancia no significa la transformación dialéctica del proceso
de inclusión-exclusión social del loco, de la inserción de la
locura en el espacio social. La exclusión, no obstante sin las
características violentas de la psiquiatría tradicional,
continua existiendo bajo la égide de la tolerancia
y la contención. La locura y el sufrimiento psíquico, para
Basaglia no son condiciones a ser ni violentadas, ni simplemente
toleradas, precisan, por el contrario, ser en parte aceptadas
por la sociedad y en parte verdaderamente tratadas en cuanto
tal.
- este pensamiento estratégico, necesita de la movilización de
los actores implicados en el sistema de acción institucional,
especialmente los trabajadores de la salud mental, a través de
modelos organizacionales participativos y dispositivos grupales
e institucionalistas, es decir, sin movimiento social no hay
política social alternativa, ahora la lógica participativa no
debe caer en la delegación de la administración de la crisis, es
muy difícil depositar confianza en procesos de cambio en
instituciones que al mismo tiempo están siendo sostenidas por
formas precarizadas de empleo y en las que el manicomio se
constituye en una fuente de trabajo indispensable para los
trabajadores. Pierre Bordieu en uno de sus últimos textos
mostraba el vinculo entre el colapso de confianza y la decadente
voluntad de compromiso político y acción colectiva: sentirse
habilitado colectivamente para proyectos a futuro, sugiere,es la
conditio sine qua non de todo pensamiento transformativo y de
todo esfuerzo por reexaminar y reformar el estado actual de las
cosas, pero estas condiciones difícilmente aparezcan en
trabajadores que no tienen el control de su presente.
- esta línea de trabajo plantea transformar las relaciones de
poder entre la institución y los usuarios y familiares,
no solo en la superación de las formas tradicionales de
contención, tutela y segregación, más en formas positivas de
participación en la gestión de los servicios y particularmente
como sujetos activos en el proceso de reelaboración del
sufrimiento y de la reinvención de la vida, en una política de
inversión del estigma. De ahí la importancia central de
dispositivos colectivos y grupales de tratamiento, sociabilidad,
soporte mutuo y de acción concreta en el tejido social,
particularmente aquellos utilizados por los pacientes en sus
derivas en la ciudad, esto exige evidentemente que el
presupuesto que hoy se dedica actualmente a los manicomios y a
los programas asistenciales se transforme en un presupuesto
participativo.
- el desafío de atención a los locos e indigentes que necesitan
acompañamiento regular en la perspectiva de asistencia en la
comunidad, exige replantear ampliamente el debate sobre la
producción de cuidados y de la solidaridad en la sociedad
contemporánea, marcada por la sociedad de mercado, el
individualismo, la competición, la cultura del consumo, la
crisis de los programas sociales estatales, la violencia en el
espacio público, el desempleo estructural y el desprecio
presente hacia los grupos “desviantes”.
La cuestión es particularmente grave en la producción de
cuidados y asistencia a los usuarios y sus familiares, ya que
los modelos convencionales de familia con los que opera la
clínica médica de familia se van desestructurando y la
capacidad de producir cuidados en su ámbito disminuye. Por eso
se hace central en las discusiones sobre desmanicomialización el
tema del acceso a la vivienda y a un salario mínimo se torna
central, sino el principio de les elegibility ( de menor
elección) del manicomio no tendrá ningun tipo de efectos en las
elecciones cotidianas de los pacientes.
- este trabajo, propone que los nuevos centros de salud mental
comunitarios, se soporten en lo territorial (algo asi como las
organizaciones de desocupados), este “centro de apoyo a la
mayoría desviante”, es decir que el centro asistencial se asuma
como referencia para un territorio y una población, por la cuál
se hace responsable, sin posibilidad de establecer límites de
especialización y competencias parciales o de delegar a otras
estructuras de asistencia. Esto implica una estrategia de
abordaje que supere las particiones convencionales de las
diversas especialidades y sea esencialmente una clínica mutante
de la coexistencia anómica y solidaria con la comunidad, con un
papel activo de los servicios en relación a ella.
- la estrategia propone todavía que la transformación de los
servicios y del abordaje de la desmanicomialización implica
también un cambio cultural profundo en la sociedad, en las
representaciones sociales y en otros dispositivos formadores de
la opinión pública, tratando de transformar la actitud en
relación a la locura en el sentido de no rechazarla y segregarla
y aceptar el diálogo con nuestras dimensiones sombrías e
irracionales. Es decir, la ideología de la exclusión, la que
segrega, encierra y custodia al enfermo mental, no es monopolio
de la psiquiatría, forma parte de las representaciones sociales
más comunes de la población, activada muy especialmente en estos
tiempos conservadores de disolución social, en el que el racismo
anti-loco nunca esta totalmente a la retaguardia.
Programa de trabajo, que podría tranquilamente ser ubicado
dentro de las formas del “delirio reinvindicativo”, y que asume
frente al pensamiento debil la posibilidad de tomar partido, es
decir, vivimos en una sociedad pluralista, donde permanentemente
debemos dejar de lado nuestra propia posición, buscar un campo
común, etc., el único camino hacia la verdadera universalidad,
es el de tomar partido. Lo universal, tensionalmente, es
parcial, provisional y combativo. Pero algún principio de
realidad queda y como los analistas institucionales nos han
enseñado, a corto y mediano plazo, las soluciones sanitaristas
establecidas tienen en general fuertes ventajas sobre los
cambios institucionales, porque los costos de “transacción” de
idear, enseñar e integrar nuevas soluciones a los problemas
superan los “costos” de mantener las antiguas maneras, y más aún
en la medida que estas se articulan muy bien con una vasta gama
de creencias y prácticas adyacentes. Como en la vida
institucional lo mismo en la desmanicomialización: no se
desplazará con facilidad el bien desarrollado aparato del
análisis neo-sanitarista como mejor solución para el problema de
los manicomios.
Ahora también, el título “Manicomios, Nunca Más” solo tendra
alguna chance para el caso de la locura en la Argentina, si
comprendemos con Foucault las consecuencias de este planteo y de
esta traducción-traición sui generis:
“ …La desmedicalización de la locura es correlativa de este
cuestionamiento primordial del poder en la práctica anti-psiquiátrica
y en ella podemos apreciar la oposición de esta a la des-psiquiatrización,
que parece caracterizar tanto al psicoanálisis cómo a la
psicofarmacología, ambos dependientes, en parte, de una
medicalización de la locura. Finalmente queda abierto el
problema de la eventual liberación de la verdad de la locura
con respecto a esta forma singular de saber-poder que es el
conocimiento disciplinar. Es posible que la producción de la
verdad de la locura pueda efectuarse en formas que no son las
de relación de conocimiento médico? Problema ficticio se dirá,
cuestión que solo tiene su lugar en la utopía? Pero que de hecho
se plantea todos los días con referencia al papel del médico-del
sujeto estatutario del conocimiento- en la empresa de
administración del problema de la locura…”(2005:395)
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